De nada vale que te ocultes
si tengo mil maneras de mirarte
sigues siendo la misma niña
que encontré una mañana nublada
Blanca luz del equinoccio
temblaba tu piel
como la primavera eterna entre mis manos
arando tus tierras rosas y claras
florecen cada vez los gemidos que respiro
Tu boca es la flor rosa del destierro involuntario
tus pezones gemelos tiernos y dulces para mis labios
y tu vulva teñida de colores del ocaso
la señal unívoca que no se pudo concluir
en el insondable ofertorio de nuestro amor
el amado retoño que esperamos…